Hoy se celebra el Día Internacional de la Seguridad y la Higiene laboral. No debemos olvidar a las seis personas que fallecían en su puesto de trabajo en el último año en la comarca de A Coruña ni a las 4 mil víctimas de accidentes laborales. Ni a los siete muertos en lo que llevamos de año en la provincia coruñesa. Ni al aumento de la siniestralidad tras seis años consecutivos de descenso ¿La causa es la crisis de la que, dicen, estamos saliendo? Son sus consecuencias más directas, según los sindicatos, la alta precariedad laboral, los recortes en las políticas de prevención por parte de la administración en nombre de la austeridad y la baja inversión de las empresas en seguridad en medio de la falta de presupuesto para las cosas importantes. Hablamos del tráfico y sus víctimas, pero las cifras de los siniestros en el trabajo en este lugar del mundo en el que cada vida humana tiene un precio incalculable, son para pararse a pensar. Hay quien dirá que estamos ante un efecto colateral de la reactivación de sectores como la construcción, pero la pérdida de seres humanos nunca puede ser un efecto colateral aceptable. Ya hemos visto no obstante que, en nombre de las cifras macroeconómicas, algunos lo han dado por supuesto.

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