Ha pasado un año de la muerte de Jimmy y unas 500 personas han participado en una marcha desde la Plaza de Portugal hasta la Torre de Maratón para reivindicar justicia. El Deportivo, los Riazor Blues, su familia, siguen exigiendo que se investigue su asesinato y se juzgue a los responsables. Pero a día de hoy sólo un menor aparece señalado en las investigaciones y ni siquiera se da carta de naturaleza a su declaración para buscar a los responsables del asesinato. En una muerte cruel y terrible, apaleado y ahogado, sin respuesta inmediata a su petición de socorro. Con un muro de silencio judicial y, de una parte de las fuerzas de seguridad, no la policía nacional. Un muro que habla de amparo oficial a los violentos del fútbol. El asesinato de Jimmy nos ha demostrado de nuevo que la vida no es blanca ni negra, si no que está llena de claroscuros. Y que nunca hay que ceder ante los juicios paralelos, la falta de depuración de responsabilidades o las muertes sin culpables. En un estado social y democrático de derecho y menos cuando hablamos de un vecino nuestro. 

Primeras detenciones que han quedado en nada. Una situación que desata las especulaciones y pone en cuestión la actuación de instituciones fundamentales.