La sentencia que condena a los exdirectivos de las antiguas cajas gallegas por sus jubilaciones millonarias ha vuelto a poner sobre la mesa el proceso que llevó a la desaparición de las entidades. Lo analiza punto por punto. Y llega a la conclusión de que los condenados, y algunos más, fueron responsables de que se perdieran 8 mil millones de dinero público y, lo peor, la capacidad para gestionar con una entidad radicada en Galicia y con presencia pública, los ahorros de los gallegos. Mientras Cataluña mantuvo Caixabank y Euskadi la Kutxa, convertida en banco por ley, Galicia perdió sus cajas por la malísima gestión de sus directivos y de la propia Xunta. Y perdió su autonomía y soberanía financiera. Una pirueta del márketing suavizó la solución. El Etcheverría entraba en la carrera por las cajas a través de Banesco, Banco venezolano que lo compraba poco antes, y parecía así que la operación tenía algo que ver con una empresa radicada en Galicia. Era un brindis al sol porque el Etcheverría se ha convertido en nada en el mundo de Banesco con filiales en media América Latina y ahora propietario de la entidad que gestiona los ahorros de este rincón del noroeste. El negocio, con pérdida clamorosa de dinero público, ha quedado en manos foráneas. Y depende sólo de la voluntad de su propietario, que por el momento es que quede por aquí, que siga siendo así. Esa es la triste realidad. 

Abanca. Lo importante.