El Congreso ha aprobado a iniciativa del PP la modificación de la ley del aborto que retira su calificación como un derecho y obliga a las menores a contar con autorización familiar para abortar. Han vuelto las concentraciones a las calles, también en A Coruña, y de nuevo la vida de las mujeres queda empantanada en medio del fuego cruzado sobre el aborto. Como telón de fondo la maternidad, los derechos de herencia y la magia de la perpetuación de la especie. Ante asuntos tan serios muchos piensan que no se puede dejar decidir a las mujeres sobre su cuerpo. Pero como alguien debe tener la última y la primera palabra, ahí debe estar la mujer. Y eso supone que el aborto debe ser un derecho. No es verdad que las jóvenes estén utilizando de forma indiscriminada el aborto como un método anticonceptivo, como se ha dicho en el Congreso en las últimas horas. Las cifras y la experiencia práctica refutan esa afirmación categóricamente. El debate debe estar en la forma en que educamos a nuestras hijas para pensar que van a tomar ese camino a la ligera. En qué tipo de información sexual les estamos proporcionando. En cual es el nivel de respeto mutuo a nivel familiar, sabiendo que hablamos de caminos resbaladizos y no fáciles. Hay que preguntarse también si están garantizados para el futuro los derechos a escuela digna, salud y bienestar de todos los recién nacidos. Ahí sí hay que estar para intentar no fracasar. Como generación. No negando derechos evidentes bajo la excusa de querer proteger a las mujeres de sí mismas.

Decidir nos hace libres.