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domingo, 19 de mayo de 2024 17:54h.

Tito Ramallo, el premio a la paciencia

Cuando empecé a en Radio Coruña, en verano de 2007, me encomendaron seguir el día a día del Fabril. El equipo que por entonces militaba en Segunda B. Eso me obligó a hablar a diario con un personaje que acabaría siendo un amigo y una persona muy cercana e importante para mi. Tito Ramallo. Junto a él y a aquella generación de los Pita, Bergantiños, Rubén Rivera y compañía, viví una fase de ascenso a Segunda División en un año extraordinario para el filial deportivista. Y digo viví, porque aunque evidentemente no jugara al fútbol, me sentí partícipe de aquel sueño que se frustró en Écija.  Ese año conocí a Tito. Desde entonces, he visto como dirigía al Fabril en sus últimos años, iniciaba una breve aventura al frente de la cantera del Deportivo, o cómo trabajó en el llamado "scouting" para su club hasta que el Deportivo lo mantuvo en un puesto sin funciones. Ahí, Tito, lejos de agarrarse al cargo, tiró de dignidad y decidió abandonar el Deportivo. Fue en la marejada de los últimos años de Lendoiro. Atrás dejó 18 años en el club. Como entrenador, jugador y muchas otras funciones. Una vida. 

A partir de su desvinculación con el Dépor fue cuando comenzó a colaborar con nosotros. Con Radio Coruña comentó decenas de partidos, nos enseñó innumerables lecciones de fútbol y de vida. Pero no nos podíamos engañar. Tener con nosotros a Tito era una cuestión temporal. Un lujo que no duraría siempre. Él estaba esperando una oportunidad así. La que le acaba de llegar para irse a Armenia con otros ocho entrenadores gallegos. Junto a él, "Nando" Martínez Perales, también comentarista con nosotros. Me alegro por los dos. Pero hoy quería hablaros especialmente de Tito.

Una persona extraordinaria, trabajadora y que no ha dejado de formarse y adaptarse a los tiempos que corren. Cuando tenía una duda, o simplemente quería hablar con alguien de algo de mi trabajo o más personal, sabía que podía contar con Tito. Y que pueda entrenar en Armenia, con un proyecto exótico pero lleno de recursos y oportunidades, me alegra enormemente. Por otro lado, no os voy a engañar, me hubiese encantado verlo en una liga más competitiva. Por ejemplo, en España. Y más concretamente en A Coruña. En un banquillo de Primera, por qué no. Un hombre de la casa es lo que merece. Aunque seguro que algún día le llega una oportunidad así. Ahora ha emprendido una aventura en toda regla. Enseñar fútbol en un país que lo pide a gritos. Y quién mejor que él. Una experiencia de la que nos entristecemos por tenerlo tan lejos, pero de la que nos alegramos por saber lo que le ilusiona. No vamos a ser nostálgicos. Porque en su querido Liceo, y sobre todo en su familia, seguro que lo echan más de menos que nosotros. Así que no nos queda otra que ser, desde hoy mismo, fieles seguidores del Banants de Armenia. Del equipo de Tito.