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jueves, 09 de mayo de 2024 00:02h.

Meterse en harina

Siempre hay excepciones a la regla así que, enlazando con el tema de la entrada anterior, diré que creo que mentir para ligar no es tan grave. Bien, bien, tampoco está, pero todo el mundo ha mentido o, por lo menos, ha censurado la verdad lo suficiente como para inducir a un equívoco a la otra persona. Es triste, pero a veces hay que escoger qué es a quién quieres desnudar, a la verdad o a la chica. Y no hay color: la verdad suele resultar muy desagradable y difícil de aceptar y la chica, mucho menos. Si tienes suerte. O si no, alcohol. 
Es obvio que Feijóo piensa igual que yo, una frase que jamás creí que escribiría. Ante el escándalo (y regocijo, vamos a reconocerlo) que ha producido la revelación de que Baltar II había ofrecido un puesto en la Diputación a una mujer a cambio de que se acostara con él, con la evidencia de las grabaciones en Youtube y las fotografías de los SMS y cuando los periodistas, ansiosos, le preguntaron por su opinión, el presidente de la Xunta, el supuesto delfín de Rajoy, el apóstol del equilibrio presupuestario, va y proclama que “o que pedía esa persoa era que o señor Baltar delinquise e o señor Baltar non delinquiu”. 
Ahí estaba. Ovación y oreja. Parece que insinuaba que el presidente de Ourense había conseguido algo tan difícil como conservar la virtud mientras manchaba la de otra persona., y lo que en realidad quería decir era: “O señor Baltar mentiu para follar, como mentimos todos”. Pero prefirió una respuesta menos lapidaria, producto del ingenio de un verdadero animal político, o más probablemente, de su estresado gabinete de comunicación, que lo mismo inventa imaginativos insultos a Baltar en privado que ágiles giros retóricos en público. El original se lo pasaron a Feijóo para firma, pero las copias circulaban a través de los argumentarios de todos los cargos del PP susceptibles de ser interrogados por insidiosos periodistas, para evitar la terrible posibilidad de que a alguno se le ocurriera decir lo que realmente piensa. 
El ingenio de Feijóo (o quizá el remordimiento que produce saber en su fuero interno que ellos también han mentido alguna vez para mojar) dejó descolocados a los periodistas, que no supieron qué responder. A mí también, pero me hubiera gustado preguntarle si no cree que inducir a la prostitución es un delito, aunque supongo que se habría aferrado a la presunción de inocencia, que después de tantos casos se ha convertido en un mantra del PP. Pero lo que quedó claro es que Feijóo tiene tanta chispa como el champán que Baltar encargó para aquella cita en el Hotel Francisco II. 
Baltar, por su parte, considera que es algo personal que le guste rebozar a las mujeres en “harina”. Lo es, no cabe duda, por eso todo el mundo encuentra tan divertido hablar de ello –“¿Cómo, no has escuchado las grabaciones? Están en eldiario.es”, me animó una amiga-, pero no es tan personal como lo hubiera sido si en vez de ofrecerle un puesto en la administración pública le hubiera tentado con dinero o, si la cosa fuera muy en serio, con ponerle un piso. Entonces habría sido cosa suya, de su mujer y de su padre, el cacique bueno (o solo añejo), a quien la aspirante a funcionaria también le reclamó el cobro del polvo. 
En cambio, ahora es un poco cosa de todos. Y de Feijóo, claro, que me imagino que no respaldará tanto a Baltar en privado como en público, aunque solo sea porque ha puesto al descubierto que la tan cacareada erótica del poder no es más que mercadeo. Le imagino llamándole cabreado, mientras que Baltar, en su sillón de orejas, se reclina contemplando los tejados de Ourense recordándole que no es el primer escándalo sexual al que se tiene que enfrentar el PP, ni siquiera en Galicia. Y que todo el mundo recuerda haber inspeccionado esa foto con Marcial Dorado, intentando determinar qué era aquella mancha en la espalda de Feijóo.