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miércoles, 15 de mayo de 2024 00:00h.

Castañazo

He oído más de una vez referirse a decir lo que se piensa como una costumbre que admirar. No sé por qué: a mí nunca me ha traído más que problemas, incluso cuando lo hago con mi mejor intención. Hace poco fui a una rueda de promesa en el Ayuntamiento. La ofrecía Alberto Lema, el concejal de Economía, para dar a conocer las últimas medidas que habían adoptado en su área. Escuché sin interés lo del curso de formación para desempleados, seguido del plan para potenciar el aeropuerto de Alvedro... Era de lo más aburrido y yo escarbaba mentalmente tratando de localizar un titular cuando comentó los planes municipales para celebrar el Samhain. Después de informarnos amablemente de que el Samhain es el Halloween celta, Lema explicó que doce comercios participarían en un concurso de escapartes de temática terrorífica y que los niños disfrazados podrían visitarlos después para hacer lo de “truco o trato”. El toque original era que recibirían castañas en vez de caramelos. Ahí estaba: la fusión perfecta de Samhain-Halloween-Magosto. La Marea Atlántica lo había vuelto a hacer. 

Desde que ganaron las elecciones (o casi) han asumido la pesada tarea del gobierno con una mezcla de sensatez y buenas intenciones, tratando de ocuparse de los aspectos más importantes de la gestión, entre los cuales, obviamente, no se encuentran las fiestas. Lo primero que hicieron al llegar fue reducir gastos innecesarios, de manera que trataron de hacer las actividades lo mas sencillas posible. Pero además, la Marea ve cualquier actividad lúdica como una oportunidad de imbuir al público de sus valores de tolerancia, solidaridad, feminismo y galleguismo, como si cada fiesta fuera una especie de phoskito en el que introducir la medicina que el paciente no se quiere tomar. Buen, en realidad todos los gobiernos hacen lo mismo, pero lo que diferencia a la Marea de otras formaciones políticas es que creen que el truco funciona igual de bien si se sustituye el phoskito por una galleta dietética de arroz. 

Solo así se explica lo que pasó hace cosa de dos meses, cuando el Ayuntamiento decidió transformar el concurso de empanadas de la Romería de Santa Margarita (en el que se ofrecía 700 euros al ganador antes de ofrecer los platos al público para que las degustara) en una exhibición solidaria de empanadas en los que la comida sería enviada a la Cocina Económica y los participantes obtendrían unas entradas para escuchar a la Filarmónica. De esta manera se conseguia el doble objetivo de ser más solidario y de abaratar costes, pero tenía el notable incoveniente de que solo atraía como participantes a los filántropos melómanos con dotes culinarias:  se presentaron dos personas, y no hubo público, por la sencilla razón de que nadie va a a una exhibición gastronómica en la que no se puede probar la comida. Aquello fue un fiasco, y todos los periódicos sacamos grandes titulares. Yo mismo escribí una página entera haciendo chistes al respecto.

Y ahora el Ayuntamiento organizaba un “truco y trato” en el que había decidido sustituir los dulces por castañas. Me imaginé a los críos mirando sus bolsas llenas de ese fruto en vez de las chocolatinas y los caramelos que serían de esperar. Creer que aquellos pequeños yonkis del azúcar iban a recorrer los comercios enfundados en trajes de superhéroes, princesas y piratas pidiendo un dulce que no estuviera compuesto a partes iguales de humectante Z99, edulcorante K5 y conservante V8 a partes iguales, me parecía demasiado optimista, sobre todo porque muchos comerciantes estaban demasiado enfadados para colaborar después de que el Ayuntamiento recortara el presupuesto de las luces de Navidad. Parte de mí estaba frotándose las manos, anticipando el desastre, pero me pudo mi buena voluntad y nada más concluir la rueda de prensa me acerqué y le transmití al concejal de Economía las dudas que me atormentaban. Después de escucharme algo desconcertado me respondió algo sobre los recortes y sobre la comida sana. Yo asentí y reconocí que los padres probablemente agradecerían no tener que tratar con unos críos puestos de azúcar, pero le advertí con toda la franqueza de la que soy capaz (que es mucha) de que si volvían a meter la pata me vería obligado a titular que la Marea se pegaba otro castañazo. 

Él prometió que se daba por aludido y se marchó riendo. Pero no creo que de verdad haya tomado nota. No digo que los de la Marea Atlántica sean unos malos estadistas pero, desde luego, son unos pésimos organizadores de fiestas.