Lucas Pérez tuvo que cargar varias veces su móvil. Fueron varias las entrevistas telefónicas, llamadas de amigos, familiares o compañeros y mensajes que prácticamente colapsaron su celular tras el partido ante el Espanyol. Sin embargo, Lucas admite que no fue el día que más felicitaciones recibió. “Mi cumpleaños lo superó con creces”, afirma entre risas. Pero para Lucas Pérez, la resaca del partido contra el equipo Periquito fue de las más dulces de su carrera.

“Evidentemente dormí muy bien. Celebrándolo primero con la familia, viendo resúmenes en televisión y sabiendo que habíamos hecho un muy buen trabajo ante nuestra gente”, destaca. Lo cierto es que el coruñés intenta evitar en su discurso la palabra “yo” y achaca al equipo entero su éxito particular. Con los dos goles ante el Espanyol, el delantero del Dépor suma cuatro tantos en seis partidos.

Pero más allá del equipo, fue la tarde de Lucas. La despedida que le brindó Riazor, coreando su nombre, confirma la coronación de su nuevo ídolo. El estadio se puso en pie para reconocer el partidazo que había hecho el de Monelos. “Uno cuando es pequeño sueña con algo así. Fue muy emotivo vivir ese momento”, afirma el delantero.

Es el chico de la película. El más destacado de un Dépor que invita a ilusionarse. Con números y con una clasificación que demuestra que este año Riazor puede vivir un año más tranquilo. “Pero nuestro objetivo ni mucho menos puede ser Europa, es la salvación. ¿No os acordáis cuando nos veíais descendidos hace unos meses? ¡Qué rápido nos olvidamos…!”, ataja el pichichi del Deportivo para poner los pies en el suelo.